martes, 20 de julio de 2010

Catalunya

Cataluña (Catalunya en el idioma local), es mucho más nacionalista de lo que uno pensaría. En estos momentos de crisis económica, cientos de miles, sino millones de catalanes del interior claman por la independencia de España.  Los motivos parecen ser eminentemente económicos: se habla mucho de autonomía cultural, y se esconde el interés por el control sobre los impuestos, buena parte de los cuales hoy se ven dirigidos por Madrid hacia zonas económicamente deprimidas en la península. No hay duda que los catalanes son distintos que los castellanos o los vascos. La pregunta es si vale la pena destruir un país para que una nación que ya es rica pueda comprarse un automóvil adicional o construir otra piscina. El independentismo catalán es por supuesto más fuerte en el interior del país que en Barcelona. Nunca escuché la palabra “parásitos”, pero si “esa gente vive de nosotros” para referirse a otros españoles. Un equivalente en Argentina (si pudiera existir tal cosa) sería que Córdoba decidiera hacer lo mismo, basado en su “singularidad cultural”. No se sorprendan si leen en los próximos 2-4 años que existe un nuevo país en Europa.

Barcelona actualmente es un horno de turistas, ladrones, estatuas vivientes y caros museos. Y además de cultura, playa, ruido, y chicas lindas. Cada uno la toma como quiere. Se los dejo a ustedes.

El Maresme es un conjunto de pueblos y ciudades junto al mar al norte de Barcelona, antes de llegar a la Costa Brava. Son en general mucho más bonitos que los balnearios de la costa argentina, pero la arena es muy gruesa y lastima los pies. El mar aquí es calmo como un lago, los chiringuitos abundan y el tren suburbano prácticamente toca la playa en todo su recorrido.  Viajar en tren y ver a los bañistas, el sol y el Mediterráneo es siempre bienvenido y relajante, aunque supongo que hacerlo mientras uno va hacia el trabajo dentro de una oficina puede resultar contraproducente. La diferencia de calidad de vida que esto otorga en comparación a Buenos Aires es tan obvia que uno se pregunta que es lo que estamos haciendo amuchados en una urbe inmensa frente a un río sucio que solo aprovechan unos pocos.

El interior de Cataluña, otra vez pueblos medievales con castillos, torres, montañas. Un tren de cremallera (un piñón debajo del tren que conecta con una cremallera como la de las camperas entre los rieles) me sube hacia un valle cerca de las cimas de los Pirineos catalanes. Un teleférico me sube aún más, hacia el Albergue donde ahora me encuentro. Alrededor, el verde, arroyos bajando de las montañas circundantes, algunas vacas y ovejas, aves carroñeras buscando algún animal muerto, y algo de hielo que reluce bajo los rayos que logran traspasar las nubes. Uno de los mejores lugares en los que he estado.  Se llama el Valle de Nuria. Es bastante conocido para el turismo interno.

Dos días después, me encuentro subiendo a uno de los múltiples volcanes apagados alrededor de la ciudad de Olot. Tres de los volcanes están dentro de la ciudad, conos verdes con su correspondiente cráter y sendero autoguiado. Hay muchísimos inmigrantes en Catalunya, se ven chinos, indios, africanos de todo tipo de países, hasta algún argentino. Unas horas más tarde, me invitan a cruzar a Francia para visitar un pueblo rural. Lo que yo no sabía es que lo íbamos a hacer a pie, por los Pirineos. Caminamos cinco horas desde el lado español (perdón, catalán) y llegamos a un pueblito llamado Mantet, solo 20 o 30 habitantes, pero sorprendentemente con un alto nivel de servicios. Francia parece ser mucho más desarrollada que España, y se nota en los pequeños detalles, pero de esto hablaré más en unos días, cuando me encuentre en Perpignan.

Banyoles es una pequeña ciudad de 17.000 habitantes, en donde hay un lago de aguas azules que provienen de ríos submarinos que fluyen desde los Pirineos. Es como un lago del sur argentino pero con aguas perfectamente calmas y cálidas que permiten bañarse como si fuera el Mediterráneo. Imagínense un San Miguel del Monte con una iglesia románica y un lago azul, y más o menos están encaminados para entender Banyoles. Ah, y una red de senderos, y una ciclovía.

Ahora me encuentro en Girona, ciudad antigua dividida por un río, amurallada y urbana, cercana a las playas turísticas de la Costa Brava y al mayor aeropuerto de compañías low-cost de este lado de Europa. Hay gente que toma un avión para ir a hacer compras a Milán y volver, o se puede ir hasta Oslo para almorzar, dar una vuelta, y estar en Girona para la cena. De no creer.

Bueno, como ven, estoy escribiendo más por hábito que de gusto, así que me despido para cuanto tenga más ganas. Saludos a todos desde el calor estival que no deja pensar, les paso un par de grados centígrados a través de la pantalla.
La vista desde el Albergue Junvenil en el que dormí en el Valle de Nuria


El albergue en cuestión

Esto es lo que se ve desde el tren suburbano en Barcelona.  En todo su recorrido. Va practicamente sobre el agua, cada estación una playa distinta.

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