domingo, 27 de junio de 2010

Castillos, montañas, "Children of Men" en el mundo real y Aragón

No escribí en los últimos días porque estoy leyendo el último libro de Stephen King, “La Cúpula”.  Una diversión más en el mar de atracciones culturales que cada pueblo y ciudad ofrece.

Al sur de Pamplona el paisaje deja de ser verde y una especie de mini-meseta patagónica se abre a ambos lados del camino. En el pequeño pueblo de Olite recorro uno de los castillos restaurados más bellos de España, hermosas torres de cuento de hadas, un jardín en las alturas e incluso agua corriente con cañerías de 400 o 500 años. Una chica local me ofrece guardar mi equipaje mientras paseo.  Olite se siente como la España de antes, la que era amable, antes de su Europeización.  Duermo en la agradable Tudela, casa de muchos judíos reconocidos de la Edad Media, y al otro día me encuentro en Tarazona, un laberinto de hermosos edificios mudéjares entre cerros y un pequeño río.  La belleza pueblerina da mucha energía, uno simplemente tiene ganas de más, hablar con la gente en los bares simples, tomarse una clara con limón, unos pinchos con gamba, hasta que el calor pase.

En las noticias, se anuncia que la tasa de natalidad por mujer ha descendido al 1.41.  La edad promedio de las madres primerizas es 29.5 años.  Los españoles marchan a pasos agigantados hacia su desaparición física.  Ni siquiera los inmigrantes parecen ayudarlos: las mujeres extranjeras tienden a los números españoles una vez que se encuentran varios años en el país.  Las razones, dicen en los foros de la red, son muchas: la crisis, el alto costo de los apartamentos y la creciente deuda personal por las hipotecas, el individualismo y la cultura hedonista, las leyes de divorcio que otorgan todo tipo de ventajas a la mujer despojando a su ex de una parte importante de sus ingresos, y la supuesta posibilidad a futuro de caros tratamientos de fertilidad o directamente, y como ya les conté una vez, la posibilidad de traerse una chinita, una de verdad, no de las del campo. ¿Será éste el fin de la civilización occidental?  Tal vez sea el siglo de Latinoamérica, la nueva Europa.

Zaragoza es una ciudad demasiado grande para mi viaje.  Son más de medio millón, y la actitud es sofisticada y provincial a la vez, orgullo de capital.  Es muy señorial, amplias avenidas, miles de autos, lo de siempre para toda ciudad “grande” española.  Pasé dos días en ZGZ (como le dicen los amigos) y disfruté su gigantesca catedral del Pilar porque me salvaba del intenso calor.  De aquí justamente sale ese nombre para las mujeres, la Virgen María se le presentó una vez a Santiago, el de Compostela, bajando desde el Cielo en un pilar de mármol, que puede ser besado en éste lugar. Obviamente ni la Virgen ni Santiago estuvieron nunca cerca de España, si es que siquiera existieron.

De ZGZ partí hacia Huesca, capital de los Pirineos aunque éstos no se ven en el horizonte.  Huesca es un lugar simpático, callejuelas, centro histórico, un parque con olor a un pueblo cordobés en verano, edificios de piedra, restos de estatuas romanas que apuntan a una grandeza perdida en la Edad Media.  De allí a Barbastro, y luego hacia el Norte comienza el camino hacia el valle de Benasque.

Los Pirineos son como uno se los imagina, cumbres de granito y montañas verdes, nieves eternas y ríos azules, cabañas iguales a las de Bariloche. Las casas serán viejas, pero están reformadas y de los habitantes originales pocos deben quedar.  El valle se está repoblando de emprendedores turísticos, muchos argentinos con negocios, exactamente como en El Bolsón.  Todos los pueblos de la zona son turísticos, todos son pequeños, cuanto más cerca de las altas cumbres pirenaicas, más caros son los alojamientos.  Benasque es un mini-San Martín de los Andes, pero sin lago.  Es el punto de partida para un parque nacional al que no pude ir, porque las conexiones de bus exigen quedarse a dormir en el lugar.  No es la primera vez que me sucede.  España no está preparada para el mochilero, solo les interesa el turismo local de alta gama. ¿Debería haber ido a Marruecos con todos los demás jóvenes?  El lugar es precioso, no veo motivo por el cual no debería estar lleno de mochileros, no todos pueden querer sentirse magnates en Fez.
Por último, hoy duermo en un pequeño pueblo llamado Graus.  En lugares como éste es donde se descubren sorpresas, como un impresionante monasterio con una galería doble que sube en diagonal pegado a la pared vertical de un cerro sobre el pueblo, y una plaza mayor con edificios del siglo XVI con pinturas alegóricas.  Los demás pasan por la ruta y yo me quedo.  En uno de los bares, bastante grande, todos los vecinos se juntan para ver en múltiples pantallas los partidos del Mundial.  ¡Vamos Argentina!

  En los próximos días voy a recorrer otros valles Pirenaicos, veremos que me espera.

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