viernes, 28 de mayo de 2010

El Paraíso Estudiantil y la modorra estatal

¡SALAMANCA!

Erasmus es un programa para estudiantes Europeos en los ultimos cuatrimestres de sus estudios. Por medio del programa se lograría una mayor conexión del estudiante a otras zonas de Europa fuera de la suya, y este adquiere experiencia en vivir lejos de su hogar en un país extranjero.  En los hechos, sin embargo, Erasmus significa nueve meses de borracheras sin par y encuentros constantes con el sexo opuesto, y de vez en cuando algo de estudio para pasar fáciles exámenes. Salamanca es la capital del estudiantado Erasmus.  Y se nota.

Hay unos 160.000 habitantes en Salamanca, de los cuales 30.000 son estudiantes, muchos de los cuales deambulan durante el día (y la noche) por las callejuelas perfectamente ordenadas de la Ciudad Vieja.  La belleza de los edificios en esta parte de la ciudad es apabullante.  Cientos de figuras talladas en las fachadas platerescas de arenisca de la Universidad, la Catedral y otros lugares asombran y confunden, provocan admiración por los expertos artistas del Siglo XVI que parecen haber transformado las nuevas riquezas halladas en el Nuevo Mundo en construcciones a ser recordadas por siempre.  Por si fuera poco también hay un excelente museo sobre Art Decó y Art Noveau, otro de Arte Moderno, uno de Comercio en la ciudad, y otros espacios dedicados a la cultura.  Salamanca vive de día y de noche, cuando su Plaza Mayor (la más armónica de España) se ilumina en tonos dorados, como la planicie circundante que en tiempos primaverales se parece más a la fértil llanura pampeana que a la seca meseta castellana.

Para descansar un poco de tanto arte y tanta cerveza, recomiendo viajar una hora y media hacia el sur de la ciudad, donde se encuentra la Sierra de Béjar y la Sierra de Francia.  Aún con 30 grados en el camino, las montañas se mantienen nevadas, y a sus pies se levantan hermosas villas de casas de piedra y madera, estrechas callejuelas, caballos y burros españoles pastando en una campiña de ensueño.  El pueblo de Candelario es justamente la imagen que uno tiene de un tranquilo pueblo montañés, con acequias de agua de deshielo corriendo calle abajo, y fuentes naturales cada tantas manzanas.  Cuando uno se aburre de tanto paisaje bucólico, es la hora de volver a la ciudad salmantina (gentilicio de Salamanca).

Para visitar Salamanca se necesita calcular su noche.  Si uno quiere pasar dos días en sus monumentos, conviene quedarse tres o hasta cuatro, para acomodar las extensas salidas nocturnas, y aún así hay que tener cuidado de volver a casa antes de las 8 de la mañana, cuando podemos pasar por una churrería por una taza de espeso chocolate caliente y unos churros delgados y curvos (por ARS 12.50).  Algunos consejos más: al ser una ciudad estudiantil, dejamos atrás a los turistas alemanes y almorzamos con los estudiantes en un comedor mirando a la Ciudad Vieja a través de grandes ventanales, donde un almuerzo completo cuesta 4.60 Euros (unos ARS 22.50). Los contenidos del menú diario se describen en el periódico semanal estudiantil.  En Salamanca, todo parece estar preparado para el disfrute.


El servicio al turista y el empleado público

España es un país de empleados públicos.  Todos se presentan a “oposiciones” (concursos) para conseguir un empleo en el Estado.  Una vez conseguido el puesto, ya no hay quién te aparte de él.  Los sueldos en la administración pública suelen superar a los de los empleos privados, que abundan generalmente en el área de los servicios (restaurantes y demás) dirigidos al poblador local y al turismo nacional e internacional.  Siendo un país que ahora más que nunca depende del turista, España parece poco preocupada por atenderlo.  En los pueblos medianos la estación de buses carece de lugar donde dejar la mochila o valija, los puntos de información turística cierran en horas de la siesta o están cerrados del todo, y los lunes son días en los que ver alguna atracción abierta al público es una ilusión.  Los museos son muchos y modernos, pero no explican lo suficiente acerca de su acervo o de la zona donde se ubican, y uno sale casi tan ignorante como cuando entró.  Los cuidadores de los pequeños lugares y los empleados de algunos puestos de información turística oficiales suelen brindar más información relevante que las placas preparadas por algún licenciado.

  Aquí falla el Estado, y los privados (y de forma independiente de su puesto ciertos empleados estatales) ocupan el hueco: dueños y encargados de cafeterías y sucedáneos ayudan al viajero a enterarse de la historia del lugar, a cuidarle el equipaje mientras da una vuelta entre bus y bus, incluso lo introducen, y a veces sin requerir pago alguno, en el maravilloso mundo de los vinos locales o los bocadillos que cambian de pueblo a pueblo. Infraestructura hay, dinero en folletos explicativos se gasta y mucho, pero falta el servicio, y falta una concepción integradora y pedagógica de lo que se ofrece.  España tiene que despertarse si quiere salir alguna vez de su agujero provincial.

Pequeña recomendación: hagan click en las fotos para poder verlas por separado y click nuevamente para verlas magnificadas.

 Una parte de Salamanca entre el día y la locura nocturna
El Plateresco en su maximo esplendor.  La arenisca esculpida por manos expertas.

Una villa perfecta en las montañas: Candelario (Sierra de Béjar) en el mes de Mayo.

 Ejemplo de un museo en Ciudad Rodrigo.  Algo tiene que cambiar...
Los perfectos trenes españoles: viajar con estilo.

Se viene: Zamora y los pueblos del Duero, hacia Valladolid.  Desde los Reyes Católicos a Felipe II y otras cosas más.


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